Adrián, el jarrón y sus secretos.

 Cual cáscara de huevo cuando que se resquebraja dando paso a su interior, el inconsciente prisionero de Adrián se iba dando a conocer.

Su plano consciente ya era muy pelotudo, básico total, era gamer y usaba una gorrita con iniciales de un lugar que nunca había visitado.

Cuando caminaba por la calle solía patear piedritas, refunfuñaba como un nene cuando no le salían las cosas.

Era adicto a ponerse metas que nunca cumplía y había decidido pasar el resto de su vida contemplando sus heridas.

Mezcla de narcisista, imbécil y malo.

Tenía todo : un mal matrimonio, mamá y papá viendo crecer el pasto, un hijo votante de Milei y anemia mediterránea en la mente.

Envidiaba hasta las desgracias, le daban bronca porque a él nunca le pasaba nada, su vida era una oda al vacío.

Ultimamente andaba medio triste, porque se había enterado que el edificio donde había vivido un tiempo en Capital Federal se había prendido fuego,  le dio un poco de bronca no haber estado adentro del incendio.

De a poco se iba quemando todo su pasado,  aquél en el cual Adrián rumiaba sin problemas, en cada esquina tenía un amigo que le soplaba las respuestas.

Después de la noticia del siniestro se vino abajo, había profundizado y desmenuzado todo tanto que ya ni los amigos le hablaban.

En ese pasado que extrañaba su consciente era un poco más robusto, evitaba que el inconsciente salga a estropear todo, pero con cada golpe de la vida la cáscara que protegía la realidad de Adrían se iba cayendo

Una tarde de verano sintió un ruido que venía de sus tripas, cuando fue al espejo vio un movimiento brusco de sus músculos abdominales, entonces salió corriendo al doctor.

Este le pidió una tomografía y confirmó su sospecha con el resultado en mano, Adrían tenía una turba iracunda en la panza.

Cuando escuchó el diagnóstico se vino abajo, porque la única forma de tratarlo era conseguir un frasco de elfos y tragarlos con agua.

Un sorbo largo, y una cucharada de los enanos, otro sorbo, más enanos….hasta acabar el bendito frasco.

La idea era que los elfos se crucen con la pueblada en el intestino delgado y que sea lo que Dios quiera.

A todo esto, debía seguir yendo a la oficina que ya no aguantaba, el viaje se hacía largo cada mañana, sabiendo que se subía al bondi con una casi condena a pasar el resto de sus días con un cementerio en cada órgano vital cercano al ombligo.

Medio cruel cargar esa cruz de seguir teniendo que hacer cosas, pagar veps y generar un ingreso sabiendo que le iban a apagar la luz.

Cuestión que elfos y pueblo se dieron murra de lo lindo, todos las noches un tiroteo distinto.

Adrián ya ni podía salir a comer con su mujer, una vuelta se sentaron a comer una pizza y un elfo disparó una ráfaga de tiros que salieron por su pared abdominal, impactando de lleno en la cara de un ancestro que comía tranquilo en la mesa de al lado.

Hizo el tratamiento un tiempo, pero no lo soportó bien,, entonces una tarde se abrió la barriga con un tramontina y salieron volando 345.043 cotorras.

Su inconsciente, finalmente libre, se tomó el palo,

No sin antes dejar una flor adentro del culo de Adrián, una señora lo encontró en posición genupectural y con la flor decorándolo.

Esta, al pensar que se trataba de un coqueto jarrón, se lo llevó y lo puso en el living de su departamento en la calle Arenales.





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