Vicente % 33 vértebras.

 Vicente odiaba a su mujer, a sus hijos, a su trabajo, al vecino.
Caminaba apurado, siempre en su overol que llevaba el nombre de la empresa donde trabajaba, que también odiaba. 
Odiaba odiar, y también saber eso.
Tenía un culo tatuado en la cara, iba dejando jirones de su vida en cada paso que daba por la Ronda Nord, sufría de halitosis porque se alimentaba muy mal.
Era calvo, obvio.
Un raro detalle suyo es que era alto, lo cual lo convertía en alguien exótico en su pueblo, mayoritariamente habitado por duendes de jardín.
Siempre estaba apurado, iba al supermercado a comprar cosas de muy mala gana, maltratando a todos.
Su primer matrimonio fue un desastre, se había casado con un ladrillo que terminó siendo su prima hermana.
Dios, patria y endogamia, pero la cosa no funcionó.
Motivo por el cual le terminó tomando mucha bronca a las parejas.
Su actual mujer gastaba el dinero que Vicente ganaba en comprar cualquier cantidad de películas que apilaba sin ver, esto a Vicente lo ponía de mal humor.
Fiel a sus costumbres, a las 10:30 de cada mañana frenaba toda actividad, se sentaba en el Bar Toni a despotricar a diestra y siniestra, medio a los gritos también.
Una tarde, en el medio de todo el griterío, se tragó un canario sin querer, un hecho que marcó un antes y un después en la vida de Vicente.
Desde ese momento, no pudo hablar más, cada vez que abría la boca para maldecir o quejarse de algo se escuchaba el dulce canto del pajarito. 
La gente se dio cuenta y empezó a burlarse de él, un poco por revanchismo, otro poco por envidia.
Le hacían muecas, le sacaban la lengua, los compañeros del trabajo comenzaron a pegarle medio en joda - medio en serio.
Cuando se les iba la mano, su mamá lo iba a defender.
Vicente explotaba de ira, desesperado intentaba expresarse como antes lo hacía, pero otro era el cantar.
La risa de la gente aumentaba exponencialmente ante un Vicente impotente, y cada vez más pelado.
Un día, triste y derrotado, intentó comunicarle al mundo unos problemas de salud.
Varias hernias discales, temas digestivos, dolores de todo tipo.
Mientras se señalaba el cuerpo, intentaba no emitir sonido, porque no quería que se mezcle su angustia con la risa de sus antiguas víctimas.
No hubo caso, cuando la gente le preguntaba "dónde te duele?", el pisaba el palito y soltaba un "beep beep", señalándose el hipocondrio izquierdo.
 



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