Ese tipo escribía pelotudeces para un voyeur
A veces ocurre que quienes aparentemente apuestan al nihilismo se rigen por altos niveles de moralidad que podrían ser envidiados por aquellos que siguen una doctrina religiosa.
La línea que se baja es siempre igual.
Hay “algo” que debemos respetar, porque vaya uno a saber qué cosa puede pasar al rajarle al Status Quo, que bien puede ser de izquierda o de derecha, progre o conservador, etc.
Si uno cuestiona esa línea de pensamiento que implícitamente fue aceptada por el rebaño entonces uno es un subnormal, un marginal, un freak.
Lo que es seguro es que si uno alza la voz en nombre de la verdad termina siendo un Cristo, un pan triste.
Quizás la búsqueda imperiosa de dicha verdad esconde ganas de ser reconocido, un tiro al aire a ver si de la nada uno agarra un pato.
Como sea, el asunto es que en todas partes los idiotas van arrimándose al poder, o mejor dicho….van llevando de la mano a sus dueños a que se hagan de él.
Una vez ahí se cocina la bajada de línea, completamente infeliz.
Los niños, los locos y los borrachos siempre dicen la verdad, repetida frase cliché que me obligo a tener que volver a usarla como un pelotudo.
Parece que la atracción y el ego mantienen la cosa funcionando.
Entonces se tiende a usar cierta ropa que haga juego con las caras de las personas, ciertas frases, perfumes, movimientos, etc.
Todo está dirigido a ver cómo se conquista a alguien, y el problema se da en que en la mayoría de esos casos, la conquista se usa para volver a conquistar.
Cierta cosa melancólica me genera ver la gente por la calle, conmigo incluído, obvio.
Todos con nuestras cosas, como gorros o zapatos que elegimos con algún tipo de esperanza, como algo nuevo, contentos.
Cuando en realidad es otra pieza sin sentido que nos decora y que nos llevan a la derrota.
Creo que solo se salvan aquellos objetos que nos fueron regalados o que pertenecían a alguien, los del valor afectivo.
El resto es todo una lástima.
Alguien conquista a alguien solo para por medio de esa persona poder conquistar a otra, y así quedar atrapado en un entuerto de relaciones que no sirven para un carajo, en una especie de cosa insatisfecha más caprichosa que un mandatario.
Me di cuenta cuando caí en que me había dejado de importar la estética.
Ahora hay que bajar algunos kilos porque duele la cintura, la muerte de la frivolidad conlleva una hernia de disco.
Y entonces.
La reputísima madre que la parió a la búsqueda per sé.
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