Es hora de decirlo.


Me contaron que los suicidas aman la vida, por eso la dejan.

Eso o son curiosos.

Yo me acuerdo cuando me volé la cabeza con un pomo de pasta de dientes.

Fue un Viernes bien tarde, había llegado de dar vueltas por Warnes, andaba buscando la pieza que me faltaba.

Cuando la encontré la guardé en un bolsillo y me dirigí a la pizzeria esa que quedaba en la "Antigua Roma", la que atendía Nostradamus.

Le dije que era un visionario y me regaló un fusil.

Con el mismo me lavé los dientes y salí a hacer picadas en el auto por Mar del Plata.

Una noche de aquellas.



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