Mirta, de Liniers a Estocolmo.

El tipo a la mañana comía locura.

Se seguía endeudando, no podía parar.

La felicidad por su reciente estado moribundo le había durado poco, ya no se conmovía por la tortura, ni por la claustrofobia que tanto le divertía.

Ahora solo se encontraba con un horrible estado de tranquilidad y bienestar que le resultaba insoportable.

Se comió un camión blindado para ver si lograba ver la luz al final del túnel, pero la digestión fue pisciana.

A falta de sufrimiento salió con cara de culo a tomar aire fresco y comer sano.

La lechuga le exacerbó la distimia y cayó rendido.

Ahora se tiró en un sillón a ver "Mirta, de Liniers a Estocolmo"

Sueña con un Steinway cayendo en su cabeza.



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